Mientras, me doy cuenta de cuánto hemos cambiado y cuanto seguimos siendo los mismos. Hace ya tres años que lo conozco. Nos presentó una chica con la que entonces compartía (él) techo. A ella ya no la veo, no nos hablamos ni nos escribimos. Parece ser que esto es producto de mi neoarrogancia por el nuevo trabajo que me conseguí (yo que pensé que era nomás porque no coincidimos en nada) y porque mi mujer me tiene tan subyugado que no me permite tener relaciones con nadie más que no sea ella.
Este año ha sido dramático en cuanto a cambios. El viernes, que me fui a inscribir de vuelta a la carrera me di cuenta de ello. Estaba en el mismo cubículo donde hace un año salí triunfante con mi B en Marxismo, poniendo al día a mi ahora maestro de Formación Social Mexicana II.
Cuando salí de aquella "oficina" hace un año no tenía pareja. Mis planes se dividían en acabar la carrera y la peda del fin de semana. Vivía con mi abuela y mi primo con quien tendría que estar viviendo ahora. Ganaba la mitad de lo que percibo ahora y escribía una columna en la sección de Internet de un diario de circulación nacional. Me iba bien.

¡Qué cambio que me dio la vida! Ahora no sé si es mejor o peor que antes. Sé que no me incomoda del todo, aunque a veces extraño la oportunidad que, a los 28 años, tenía de seguir siendo un adolescente.