jueves, 20 de marzo de 2008

PRD=TRI


El proceso interno del PRD me ha resultado muy parecido a la primera vez que vi un partido de la Selección después de que me divorcié del futbol.
Corría el año 2002. Estábamos en casa de Pablo en San Gaspar, creo. Quizás. O tal vez estaba en el sillón de casa de mamá en Puebla. México iba perdiendo con Estados Unidos. Aguirre, en un arranque de inspiración sacó a Gerardo Torrado y metió a Alberto García Aspe.
No conforme, cambió a Ramon Morales por Luis Hernández. En ese momento me percaté de lo poco que importaba la pasión y la sabiduría colectiva del respetable. Era claro que México estaba jugando a perder.
Después me enteré por unos cuates que trabajaban en Canal 40 y que fueron cubrir el Mundial, que en los pasillos del estadio se comentaba, desde antes de que iniciara el encuentro, que el partido estaba negociado y que México iba a perder.
Desde entonces no veo el futbol con los mismos ojos. No me apasiona. No me da gusto que gane nadie y disfruto con la frustación de los seguidores derrotados, aunque me indigna la arrogancia tercermundista de los triunfadores.
Para mi, el futbol es un negocio más, pero mal hecho. Ni siquiera alcanza los niveles de espectacularidad que tiene el americano o el basquetbol estadounidenses, por ejemplo.
Lo mismo con el PRD. Son absolutamente ridículos y predecibles. Todos sabíamos que su elección para elegir a un nuevo presidente iba a ser un cochinero. Y así fue. Todos sabíamos que se iban a culpar de trampas unos y otros. Y así fue. Y todos sabíamos que los amos de la denuncia de fraude electoral son también los maestros de las triquiñuelas más bajas del muestrario electoral.
Son, pues, una bola de puercos, desaseados y gangsters que se reparten el pastel millonario que representa el PRD y zopilotean desde ya las candidaturas de 2012, como si fueran a ganar los comicios.
Y vistos desde mi posición, son re divertidos. Pobre país, claro está. Pero son muy divertidos.

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