domingo, 1 de junio de 2008

Sky

Hoy el cielo me hizo dos regalos. Inapreciables, gigantescos. Dos que se traducen en uno: me regaló certidumbre.
Al atardecer se pintó de rosa y rojo y violeta y blanco y azul, morado, negro y blanco. Todo al mismo tiempo para, después, abrirle paso a un manojo de estrellas que luego se convirtieron en más y más luminosos puntitos tintilantes. Ahí estaban las dos constelaciones que conozco y las demás, que no conozco. Ahí estaba el cielo implacable, rotundo diciéndome: "¡son las estrellas, idiota!"
Así fue como la grandeza de lo que vale la pena ser vivido se levantó ante mis propios ojos y me recordó que lo menos importante en esta vida es un buen o mal sumario. Una buena o mala nota o una mala cabeza. Lo verdaderamente importante son las estrellas y los colores que se dibujan en el cielo.
Lo verdaderamente importante es hacer que sucedan sonrisas. Lo demás, es lo de menos.

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