lunes, 17 de julio de 2006

LO SUSCRIBO

Denise Dresser

El cabezazo

"¿Por qué, por qué, por qué?", gritó un comentarista francés ante el cabezazo estremecedor de Zinedine Zidane, en los últimos minutos del juego que su equipo finalmente perdió. "¿Por qué, por qué, por qué?", deberían gritar quienes apoyan a Andrés Manuel López Obrador ante el cabezazo que le está dando a su causa. Zozobra, desconcierto, daño a la izquierda en cuya cancha tan bien jugó. Eso es lo que produce AMLO al exigir un recuento y al mismo tiempo, negarse a reconocer sus resultados. Ésa es la confusión que crea alguien que rechaza la anulación de la elección, pero hace todo para provocarla. Ése es el rechazo que produce un hombre que no quería ser clasificado como un peligro, y ahora se empeña en constatar que lo es.

En momentos definitorios es crucial que los grandes jugadores no pierdan la cabeza y AMLO parece no controlar la suya. Inconsistencia tras inconsistencia, contradicción tras contradicción, López Obrador parece estar haciendo todo para arruinar su propia reputación. Allí va, en los últimos minutos del juego, dándole a sus adversarios todos los argumentos para que lo saquen del partido. Actuando de maneras que ameritan una tarjeta roja. Volteando a un cada vez mayor número de espectadores en su contra. Evidenciando que muchos jugadores tenían buenos motivos para desconfiar de él. Dándole la razón, cabezazo tras cabezazo, a todos sus enemigos. El dios del equipo convertido en un simple mortal.

Como Zidane, AMLO dirá que no ha tenido más remedio que responder a las provocaciones. Y claro que las hubo. Una después de otra y no hay necesidad de contratar a un especialista, capaz de leer labios, para descifrar su intención. El desafuero y la campaña multimillonaria de Vicente Fox y la guerra sucia y la compra de publicidad por el Consejo Coordinador Empresarial y la conducta criticable de Luis Carlos Ugalde y la parcialidad de los medios y la cerrazón de filas alrededor de Felipe Calderón. Pero ése fue el terreno de juego en el que Andrés Manuel aceptó jugar desde hace años. Allí se convirtió en uno de los jugadores más valiosos del PRD y hoy ha contribuido a su expansión. Allí armó jugadas ganadoras, metió goles célebres, se convirtió en la estrella de la izquierda nacional. Llegó a la final y tenía todo para ganarla, quizás incluso en tiempos extras.

Por eso resulta tan sorprendente su autosabotaje actual, su cabezazo frontal. Con él, ha transformado una impugnación legítima en una batalla política que no lo es. Con él, ha sustituido la lógica de sus acciones con la vehemencia de sus emociones. Porque no tiene sentido exigir el recuento voto por voto y -al mismo tiempo- negar sus resultados. Porque no tiene sentido demandar la transparencia y -al mismo tiempo- argumentar que nunca ha existido. Porque no tiene sentido denunciar la ilegalidad de la contienda y -al mismo tiempo- aceptar los avances del PRD en ella. Porque no tiene sentido pedir que se examinen los votos de esta elección y -al mismo tiempo- sugerir que es necesario anularla. Porque no tiene sentido decir que llevará esto "hasta donde quiera la gente" -y al mismo tiempo- no confiar en la confirmación de su voto.

Paradójicamente, la mejor manera de lidiar con un jugador que cuestiona las reglas es usarlas para contenerlo. Por ello, México tendrá que recontar los votos para trascender la confusión que López Obrador ha logrado crear. El Trife tendrá que recontar los votos para evidenciar el objetivo del cabezazo que se empeña en dar. Ante la ambigüedad de AMLO va a ser necesaria la claridad del electorado. Ante la cabeza caliente de AMLO va a ser necesaria la frialdad de los datos duros. Ante las acusaciones de fraude va a ser necesaria la certeza de que en realidad no lo hubo. La transparencia total no como concesión, sino como muro de contención. La rendición absoluta de cuentas no para darle a López Obrador lo que quiere, sino para impedir que lo obtenga con otros métodos. La ruta institucional para el hombre que se empeña en cuestionarla cada medio tiempo. Los postes de la portería colocados con firmeza ante alguien quiere moverlos en cada torneo.

El recuento para evidenciar la desmesura y elevar los costos de su seguir incurriendo en ella. Porque si AMLO pierde el recuento ya no podría seguir jugando. Ya no podría seguir cabeceando. Una gran parte del estadio se pondría de pie para exigir que fuera enviado a la banca y tendría que resignarse a lanzar consignas desde allí. Pero muchos miembros del establishment político y económico del país no lo entienden. Creen que para lidiar con López Obrador basta con odiarlo. Creen que al presentar la elección como un caso cerrado, debilitan la posición de AMLO cuando contribuyen a lo contrario. Su resistencia al recuento alimenta la percepción de que el fraude masivo ocurrió, aunque hoy no hay evidencia para comprobar que fuera así. Miles de mexicanos están marchando porque las élites del país insisten en darles motivos para hacerlo.

Cada vez que Vicente Fox argumenta que quienes votaron por López Obrador son "renegados" ayuda a crearlos. Cada vez que las cúpulas empresariales exigen el silbatazo para darle fin al partido, evidencian todas las jugadas que -como el Juventus italiano- financiaron. Cada vez que Calderón habla de su gabinete y actúa como ganador incuestionable, enoja a quienes no creen que lo es. Cada vez que el panista asegura que "no es posible legalmente" volver a examinar los votos, sugiere que tiene algún motivo para esconderlos. Cada vez que el presidente del IFE asume posiciones que ponen en tela de juicio su neutralidad, le da argumentos a quienes creen que nunca la tuvo. Acción tras acción, los adversarios de AMLO vuelven mártir a un hombre que, a cabezazos, dobla las reglas del deporte que aceptó respetar.

El jugador que rehusaba ser peligroso, pero que actualmente se comporta así. El que no sabe lo que quiere y todavía se lo pregunta: ¿Anular o recontar? ¿Incendiar al país o gobernarlo algún día? ¿Ser mártir asegurado o Presidente posible? ¿Aceptar lo que diga el árbitro o destruir el estadio? Ahora enfrenta la próxima jugada después de promover varias que van en contra del equipo nacional. AMLO no puede descalificar todo el juego y también insistir en que lo ganó. No puede exigir el recuento y también sugerir que no lo respetará. No puede seguir dando cabezazos y pretender que no se merece una tarjeta roja. Como escribió otro periodista francés ante la actitud ignominiosa de Zidane: "No importa cuán bella sea la actuación de un jugador; nada puede justificar el surgimiento de la bestia que lleva dentro".

(Publicado hoy en Reforma)
(FOTOGRAFÍA TOMADA DE INTERNET DE LA AGENCIA DE NOTICIAS AP)

2 comentarios:

Monique dijo...

Al menos Zidane es guapo, jajajajaja.
chale.

Anónimo dijo...
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