lunes, 31 de julio de 2006

Realidad podrida

Como, cuándo y dónde ocurrió, es dificil de especificar. Pero hay que reconocer que la realidad se nos pudrió.
Ha pasado casi un mes desde el 2 de julio. Ya se han vertido ríos y ríos de bytes tratando de explicar, o defender, o atacar los fenómenos que hoy nos tienen en el umbral de una de las crisis políticas más severas de los últimos 50 años.
Yo mismo, en este espacio he reproducido algunas de las columnas de científicos sociales mexicanos que han dado puntual explicación al comportamiento de los ofendidos seguidores de Andrés Manuel López Obrador. No tiene caso insultarlos tratando, torpemente, ampliar conceptos con argumentos de tanto peso y tan bien sustentados.
Quisiera ponerme por un segundo en el lugar de los apóstoles de AMLO. Exigir que se cuente voto por voto, de nuevo, los sufragios emitidos el pasado 2 de julio, tiene mucho de romántico. He escuchado toda clase de opiniones a favor de esta defensa. "La democracia está en riesgo". "Es el futuro de nuestros hijos". "Estamos haciendo historia". "Las ciudad está tomada". "Es contra la derecha que quiso impedir a toda costa que ganara la izquierda en México". "No estoy seguro(a) de que haya habido fraude, pero tengo la sospecha". Y como estos, cientos de ideas más que tratan de explicar la necesidad de hacerle caso a López Obrador y contar de nuevo, todos los votos de la elección presidencial del 2 de julio. Aunque ni un solo argumento que no provenga de alguna víscera.
Si yo fuera AMLO, probablemente también habría tenido muchos problemas para aceptar el resultado de la elección. Y probablemente, también, estaría exigiéndole al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que limpiara la elección. Lo que seguro no habría hecho, seguro, es llamar a la gente a una resistencia civil estúpida, maniquea, hipócrita, chantajista y dolosa, como la que tiene partida al DF por la mitad.
López Obrador puede y debe impugnar todas las casillas en las que considere que hubo irregularidades. Pero no tiene derecho de jugar con la gente. ¿Qué va a hacer con esos supuestos dos millones de personas que marcharon ayer para apoyarlo, si Felipe Calderón y el TEPJF le toman la palabra y uno (Calderón), le pide al TEPJF que abra todas las actas de la elección presidencial y el otro (el propio Tribunal) se apresta a hacerlo? López Obrador está usando su movimiento como moneda de cambio. Si cuentan los votos, paro el movimiento. Bien. Allá el y sus fieles seguidores si se ve en la necesidad de cumplir con su palabra.
Pero, y esto es lo que más me preocupa ¿qué va a pasar si nadie le hace caso y resuelven la elección como lo marca la Ley? ¿Cuál será el escenario si, con las casillas que se han impugnado, se revierte la elección y el TEPJF declara presidente electo a Andrés Manuel López Obrador, sin contar voto por voto, casilla por casilla? ¿Qué va a hacer AMLO? ¿Y sus seguidores? ¿Van a mantener su plantón permanente? ¿Van a seguir gritando por las calles ¡voto por voto, casilla por casilla!?
Claro que no. Porque a AMLO le vale un pito la democracia. Lo que le importa es la historia y su fotografía en los libros de texto.
Ya veremos cómo lo juzga la historia. Pero debería de tener una cosa en mente, el y los casi 15 millones que votaron por el: 57 millones de mexicanos no votamos por Andrés Manuel López Obrador. Para dos terceras partes de los mexicanos con capacidad de votar, Andrés Manuel no representa nada, ni a nadie. Eso es a lo que yo le llamo mayoría.
Y sin embargo, hay un enano mental allá afuera usando a sus fieles, fielísimos seguidores como carne de cañón, en nombre de una democracia bizarra en la que, para él, una tercera parte es mayoría.

No hay comentarios.: