jueves, 2 de agosto de 2007

Secuestro

La izquierda está secuestrada por la izquierda. Más allá de determinismos geográficos, ser de izquierda es, últimamente, lo más fácil del mundo. Un semestre en la JFK, seis libros vendidos o, simplemente, autodefinirse de izquierda, le alcanza a cualquiera para agarrar la bandera más cómoda, la más "chic" y mirar a los demás por encima del hombro.
Últimamente, una columna en un diario, un blog, una conferencia de prensa o una curul no ganada con votos, le alcanza a cualquiera para levantar la mano y señalar con dedo flamígero a todos esos no puros que están en contra de "el proyecto plural, incluyente, democrático... bla bla bla".
La peor parte de la resaca "postMuro" es que la izquierda perdió no solo el rumbo y la identidad, sino su control de calidad, por decirlo de alguna manera.
Y no me refiero a las personas que pueden o deben o quieren ser "de izquierda", sino a la calidad de los programas, la militancia, los documentos, objetivos y metas de quienes aspiran a construir un mundo más justo, equitativo y sano para todos.
Hoy, más que nunca, la revisión y relanzamiento de la vieja escuela marxista, pero particularmente su interpretación trotskista, se ha vuelto un imperativo para poderle quitarle la sacarina (o el machete o la demagogia) a todas esas izquierdas enquistads en un sistema político que es, de suyo propio, inservible para proveer justicia social a los que menos tienen.
El desgaste del sistema político liberal es necesario y para eso hay que llevar a sus últimas consecuencias los preceptos de la teoría, en lo que a garantías políticos e individuales se refiere, si realmente se aspira a desmantelar el sistema capitalista algún día.
Una revolución armada no es la opción, no solo por infantil, sino porque dudo que el bombín y las chisteras de nuestros brillantes ideólogos les permita siquiera pensar en ensuciarse las uñas para agarrar un machete, ya no dígamos sostener un revólver.
Pero sobre todo, porque el proceso natural de desgaste capitalista apunta al socialismo, hoy más que nunca. Claro, para eso habría que tener gente educada, militando, expandiendo el conocimiento y no a estas patéticas élites que dirimimos nuestras diferencias a plumazos.
Si, soñar no cuesta nada. Pero la hipocresía pequeñoburguesa se desmantela sola con cada byte que se gastan las luminosas mentes que pretenden conducir un proceso que no les pertenece.
Aunque, claro, lo tienen secuestrado.

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