martes, 20 de enero de 2009

De cómo se pierden radioescuchas antes de ganarlos

Fueron tres felices semanas. Una relación que parecía que llegaba para quedarse por siempre y que terminó de manera abrupta, dejando a mi pobre corazón roto gracias a las insidias de una maldita gorda.
Así es. Todo empezó en diciembre. Le cambié a la radio y, en un acto de franca valentía, abandoné mi 88.1 –100.1, 88.1 –100.1 (96.9 por las noches), para aventurarme en el cuadrante. Ya se escuchaba bien fuertísimo el rumor de que ella regresaba, así que decidí probar suerte en la gruperísima 102.5 y ¡oh sorpráis!, ya no era grupera (ni salvajamente ni de ningún otro tipo).
“I found a picture of you, o-o-oh, o-o-oh; You had hijacked my world at night” sonaba melodiosamente. No pude parar de reir de felicidad. No solo había un lugar con gente inteligente programando MÚSICA en el cuadrante, sino que ¡lo hacían todo el día sin parar!
Ahí escuché los primeros promocionales de “El cambio se acerca” y de “Ella regresa, tú también regresa a la radio”, y el otro de “Más libre que nunca”. La expectativa crecía: que regresaba Solórzano también (“Bueno”, pensaba yo). Que también Ezra (“Nadie es perfecto”, pensaba yo).
Así llegó aquel mítico lunes de cuya fecha no quiero acordarme. No escuché a Carmen, por supuesto (estaba yo muy dormido a esas horas de la madrugada), pero sí sintonicé mi estación favorita en camino a la editorial.
Y la tragedia ocurrió: dos voces de esas que tienen las mujeres cuando no tienen una vida sexual satisfactoria -ni visos de tenerla- gritaban histéricamente improperios en contra de Paulina Rubio: que si no canta, que si no tiene voz, pero que si de todas maneras vende, que hay tienen a Madonna.
Fue horrible. Hasta hoy he podido desahogarme. Y lo grito a los cuatro vientos: Susana Moscatel me corrió de MVS radio. No pienso volver. Maldita gorda.

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