A mis espaldas un río interminab
le de autos recorre el sur de la ciudad en busca de sus propias soledades. Son miles de ojos que, diario, siento que me escudriñan, me hurtan intimidad y vida.Cruzando mi límite de cristal, afuera de mi pesera compartida, docenas de hombres y mujeres trabajan de sol a noche, todos los días, por hacer un gran periódico.
El desgaste es mucho. Y dicen que todo se paga en esta vida.
Yo supongo que mis muertos disfrutarán saber que mi soledad es cada vez más dolorosa, más angustiante y más implacable.
Me está pegando con tubo y no sé cuanto aguante.
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