
Nuestros corazones latían fuerte. El mío más, pero no alcanzaba a distinguirse porque un llanto sordo ahogaba mis sentidos.
Matías hace cosas nuevas e inesperadas todos los días. Pero hoy me hizo una a mí.

Como cada semana -desde aquel
Súper Tazón en el que, a sus cinco meses, mi hijo se paralizó por completo para escuchar y ver la versión que Alicia
Keys interpretaba en el
Súper Tazón, de su éxito
No one-
Matías y yo disfrutábamos de nuestra dosis semanal de la señorita
Keys. Primero,
No one y el
Mati sonrisa y sonrisa, baile y baile.
Pero luego puse
If aint got you. Mi hijo pasó su
bracito izquierdo por mi cuello, y recargó su
cabecita en mi brazo. Se quedó así todo lo que duró la canción mientras yo trataba de contenerme y bailar al mismo tiempo.
Solo pude hacer lo segundo. A medida que avanzaba la rola me fui descomponiendo en un llanto inconsolable. Uno de felicidad, de gozo, de energía y de alegría. Uno en el que una hermosa mujer morena de cabello rizado y poderosas piernas y caderas nos había creado un vínculo eterno a ritmo de
Rythm &
Blues.
Su
pechito estaba pegado al mío. Su corazón cerca de mi corazón. Entre lágrimas pude distinguir que ambos seguían el ritmo de la canción y así siguieron: latiendo fuerte, al compás de la rola, hasta que terminó.
Mi hijo, mi querido hijo.
Aquí la rola: